La intolerancia al ejercicio es un síntoma común entre quienes padecen enfermedades del corazón, enfermedades mitocondriales o trastornos metabólicos. En tales casos, la conversión normal de alimentos u oxígeno en energía se interrumpe, dejando al paciente sin un suministro adecuado, según Mito Action.
Los grados de intolerancia al ejercicio pueden variar: puede exhibirse después de los esfuerzos más leves o requerir un esfuerzo más sostenido para ser reconocido. Del mismo modo, puede afectar a la víctima durante el ejercicio o más tarde. Aprender a identificar sus signos es esencial.
Fatiga después del ejercicio
Incluso para el ejercicio físico, el ejercicio vigoroso grava los órganos y músculos del sistema respiratorio. Cuando se alcanza el agotamiento después del ejercicio, el esfuerzo continuo puede provocar dificultad para respirar y mareos. Estas sensaciones indican que el oxígeno ya no se procesa de manera eficiente y que se requiere descanso. En el caso de una persona intolerante al ejercicio, como alguien que padece el síndrome de fatiga crónica, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, el umbral de agotamiento puede mostrarse a los pocos minutos de comenzar la actividad física. Peor aún, la fatiga puede ser inducida por actividades aparentemente inocuas como comer o escribir.
Calambres musculares e intolerancia
Los calambres musculares le ocurren a los atletas de élite, entonces, ¿por qué deberían indicar intolerancia al ejercicio? La diferencia radica en la cantidad de esfuerzo necesario para producir los calambres y la duración de su presencia. Una víctima, suponiendo un estiramiento adecuado, puede soportar solo unos minutos de entrenamiento antes de experimentar dolor y rigidez, que puede durar varios días. Alternativamente, el dolor puede desarrollarse en el ejercicio intolerante horas después, tal vez cuando está dormido.
Frecuencia cardíaca insuficiente
En un estudio de 2016 en el Journal of the American College of Cardiology dice que la incompetencia cronotrópica puede ser un signo de intolerancia al ejercicio en algunos pacientes. Este fenómeno ocurre cuando la frecuencia cardíaca no se eleva al nivel necesario para satisfacer las necesidades metabólicas de una mayor actividad. Aunque muchos factores afectan la frecuencia cardíaca (peso, edad e historial, por ejemplo), la imposibilidad de alcanzar la frecuencia que sería normal para un perfil dado es una posible señal de intolerancia al ejercicio.
Depresión de robo de energía
La actividad elevada puede producir malestar mental y emocional en las personas afectadas por la intolerancia al ejercicio. Insidiosamente, la depresión puede robarles más energía, creando un círculo vicioso. Enfrentarse a limitaciones físicamente debilitantes afecta la psique, manifestándose en ansiedad, desaliento, desorientación e irritabilidad. En conjunto con otros síntomas, la depresión es una característica común de la intolerancia al ejercicio.
Cambio de la presión arterial
Se pueden producir cambios marcados en la presión arterial en personas con intolerancia al ejercicio. Pararse y caminar por la habitación a veces es todo lo que se necesita. Un estudio de 2015 sobre una mujer de 23 años en Annals of the American Thoracic Society mostró una correlación entre la respuesta hipertensiva y la intolerancia al ejercicio. Después de seis minutos de ejercicio, las personas con intolerancia tuvieron mayores saltos en la presión arterial que el grupo de control.
Sangre anormalmente oxigenada
La decoloración de las extremidades y la cara, que aparece como una palidez azulada, puede indicar sangre anormalmente oxigenada. Este es un signo muy visible de intolerancia al ejercicio, pero también un serio llamado a la intervención. Las víctimas deben buscar atención médica en caso de una interrupción grave del flujo sanguíneo.