Los cinco órganos principales que secretan jugos digestivos son las glándulas salivales, el estómago, el páncreas, el hígado y el intestino delgado. Cada uno de estos órganos sintetiza su mezcla de jugos digestivos que descomponen los alimentos en trozos más pequeños que pueden ser absorbidos por el cuerpo.
Glándulas salivales
Las principales glándulas salivales se encuentran en las mejillas, debajo de la lengua y alrededor de la mandíbula. Secretan aproximadamente 1 cuarto de galón de saliva por día. La amilasa, también llamada ptialina, es una enzima en la saliva que descompone los almidones o los carbohidratos complejos, como el pan, el arroz y las papas. La lisozima es otra enzima salival, que ayuda a mantener la boca libre de gérmenes. La saliva también contiene moco, que recubre la comida y permite que cada mordisco viaje suavemente a través del tracto digestivo.
Estómago
El estómago, un órgano importante para la digestión, produce jugo gástrico que se compone de ácido clorhídrico, agua y enzimas. El ácido clorhídrico funciona con la enzima gástrica principal llamada pepsina para ayudar a la digestión de alimentos ricos en proteínas como los huevos, la carne y el tofu. La producción de ácido aumenta con una hormona conocida como gastrina, que es producida por células específicas que recubren el estómago. El estómago también produce lipasa gástrica, que ayuda a digerir las grasas. El factor intrínseco, un compuesto similar a una enzima que ayuda al intestino delgado a absorber la vitamina B12, también se produce en el estómago.
Páncreas
El páncreas es un órgano en forma de hoja que se encuentra debajo del estómago. Secreta jugos ricos en enzimas capaces de digerir los 3 nutrientes energéticos principales: carbohidratos, grasas y proteínas. El jugo pancreático también contiene grandes cantidades de bicarbonato de sodio, que neutraliza el ácido del estómago y optimiza el ambiente para que estas enzimas funcionen. Las enzimas pancreáticas realizan la mayor parte de la digestión de las grasas, secretando lipasa pancreática, esterasa y fosfolipasa, que descomponen las grasas químicamente complejas en grasas simples y fáciles de absorber. Del mismo modo, la tripsina y la carboxipolipeptidasa descomponen las proteínas y la amilasa pancreática descompone los carbohidratos.
Hígado
El hígado produce un jugo verdoso llamado bilis, que es almacenado y concentrado por la vesícula biliar. Después de una comida rica en grasas, como una que contenga queso, crema o tocino, las grasas de los alimentos tienden a unirse para formar grandes esferas de grasa. Estos son demasiado grandes para que las enzimas trabajen, por lo que el cuerpo puede absorber la grasa. La bilis actúa como el jabón, rompiendo los lazos que mantienen juntas estas esferas y convirtiéndolas en diminutos glóbulos que el cuerpo absorbe fácilmente. La bilis no es una enzima, pero es esencial para que funcionen las enzimas que digieren grasas.
Intestinos
Mientras que el proceso digestivo comienza en la boca y el estómago, la digestión gana impulso cuando los alimentos ingresan al intestino delgado. Aquí es donde las secreciones del páncreas, el hígado y el intestino delgado hacen la mayor parte del trabajo digestivo. El revestimiento del intestino delgado está cubierto con pequeñas extensiones en forma de dedos llamadas vellosidades, que es donde los nutrientes se absorben en la sangre. Las puntas de las vellosidades tienen muchas enzimas que digieren proteínas, carbohidratos y grasas, como peptidasas, disaccharidasas y lipasas intestinales. Aquí también se secretan enzimas que digieren azúcares simples, como la lactasa y la sacarasa. Los espacios profundos entre las vellosidades se llaman criptas, que secretan moco, bicarbonato y agua. Además de estas secreciones, las células del intestino delgado también producen hormonas, como la secretina y la colecistoquinina, que estimulan a los otros órganos a liberar sus jugos digestivos.